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El laberinto perfecto

El mapa   Ahora sí sabemos que de los 9000 presos que fueron liberados en el año 2022, 6300 volverán a delinquir en un plazo de tres años. Esto situación implica, querida gente, que si los delitos cometidos por estas personas se distribuyeran uniformemente entre los 1095 días contenidos en esos tres años, tendríamos 6 delitos por día, un delito cada 4 horas. (1) Cualquiera debiera comprender sin más que la reincidencia es un problema gravísimo y muy extendido de seguridad ciudadana, de convivencia, como guste usted llamar. Sin embargo, las políticas públicas en materia de justicia y seguridad de nuestro país, no parecen haber tomado nota del "mesejante problemún". En efecto, acompáñeme y vea; si uno estudia las últimas tres leyes de presupuesto y las rendiciones de cuentas comprendidas en los últimos 14 años (2010/2023) advertirá (¿con dolor/resignación/estupor/ todo junto?) que las normas referidas al fortalecimiento de las políticas post penitenciarias como componente clave

El eterno (y en cárceles trágico) retorno

Mi muy querida gente: El concepto del eterno retorno tiene una sostenida presencia en la historia de la filosofía. Presentándolo a trazo grueso, diríamos que es una hipótesis que sostiene que el mundo tal cual lo conocemos, sus actos, sus acontecimientos volverán una y otra vez a repetirse. Y esta hipótesis, trágicamente, tuvo días atrás una confirmación en nuestro sufrido sistema penitenciario, más específicamente en el módulo 2 de la Cárcel de Canelones. Va un breve repaso de los hechos, repito, ocurrido poco tiempo atrás, dirigido a personas interesadas sí, pero que no siguen en detalle este áspero territorio. 1. El equipo del Comisionado Parlamentario para el Sistema Penitenciario  hace una recorrida minuciosa del módulo 2 de la Cárcel de Canelones. 2. En esa recorrida constata una serie de condiciones inadmisibles de vida en reclusión, para un grupo importante de personas privadas de libertad allí alojadas. 3. La oficina del Comisionado, en el marco de las competencias qu

Nuestro Sísifo sistema penitenciario

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Entre los tantos mitos, confusiones y falsedades que gobiernan el imaginario colectivo sobre nuestras cárceles, uno refiere al problema de la cantidad de plazas disponibles (cuarto, habitación, celda, como le quiera llamar) para alojar a nuestr@s pres@s. Dicho de otro modo, al casi endémico y doloroso problema del hacinamiento en  nuestras  cárceles.  Para que la gente poco familiarizada con los temas penitenciarios pueda entender, lo presentaré a lo bruto: el hacinamiento se produce cuando hay más pres@s que celdas disponibles. Por ejemplo —sigo a lo bruto—, si tuviéramos 1000 presos y solo 500 plazas. Entonces, querida gente, en el problema del hacinamiento hay dos factores [1] a tener en cuenta: cantidad de presos cantidad de plazas ¿Vamos bien? Sigamos. Como el problema es endémico en nuestro sistema penitenciario, uno puede estar tentado de suponer que, como la cantidad de pres@s no para de crecer casi sin solución de continuidad desde hace 30 años, lo que no ha crecido o por lo

Las buenas intenciones de Pedro Picapiedra

Quizás usted no conozca a Fernanda Falcón. Intentaré presentársela. Fernanda es una veterana fernandina y es de esa gente que transmite paz con su sola presencia. Siempre constructiva, alegre, buscando oportunidades para los más humildes, sin querer figurar nunca. Transmite con claridad y firmeza sus ideas y sus sentimientos, pero en ninguna circunstancia esa firmeza deja de estar envasada en una dulzura que cautiva.  Fernanda, como José María, como Gabriela, como Olga, como Margarita, como Javier, como tantas y tantos más, integra la Pastoral Penitenciaria de la Iglesia católica.  Quizás usted tampoco sepa qué es la Pastoral Penitenciaria de la Iglesia católica. Le cuento: es un grupo de personas de la Iglesia católica que desde hace muchos, muchos años, en todo el territorio nacional y sin pedir nada a cambio, pero nada de nada, asisten a las cárceles uruguayas tratado de llevar esperanza, fe, consuelo y, en la medida de sus posibilidades, colaborar con las personas privadas de

El auto de al lado

Querida gente, describiré un desaguisado de marca mayor y eso es una mala nueva. La buena nueva, siempre anhelada, es que con poco más que sentido común puede ser resuelto. Trataré de resumirlo.  Desde hace mucho tiempo, no sé cuanto pero mucho, como el sistema de justicia para algunas de las acciones que debe realizar NO concurre a las cárceles, el sistema de cárceles tiene que llevar a las personas privadas de libertad a los juzgados.  Esto provoca que el sistema de cárceles monte  un dispositivo caro, inseguro, riesgoso, desgastante para todas las partes implicadas y sobre todo innecesario , para trasladar a las personas privadas de libertad a los juzgados cuando la justicia lo requiere, ya sea para declarar en una causa, notificarse de alguna decisión u otras razones. Caro,  porque, como comprenderá fácilmente, para trasladar gente en todo el país, todas las semanas, todo el año, usted precisa camionetas, que precisan combustible, mantenimiento, que chocan, que pinchan, en

El tiempo me enseñó.

Por Mario Alberto Juliano [1]   En enero de 2015 cruzamos por primera vez el charco para ver la experiencia de Punta de Rieles. Allí conocimos a Rolando Arbesún y al Negro Parodi y quedamos prendados para siempre. No podíamos salir de nuestro asombro por las cosas que decían estos atípicos carceleros y por las cosas que veíamos, francamente insólitas para la realidad penitenciaria de esos entonces: presos que circulaban por el establecimiento libremente, que se besaban y abrazaban a las autoridades, que hablaban por teléfono celular sin que nadie les dijera nada, comercios explotados por los propios internos. Allí también aprendimos que a los presos no había que decirles presos, sino personas privadas de la libertad, que es lo que en realidad son y corresponde. Y que al personal penitenciario no teníamos que mirarlo con desconfianza y que había que sumarlos a la causa del cambio. Y que las cosas podían ser diferentes y que no eran nada más que sueños. A partir de ese de viaje iniciátic

Yo les tengo miedo a los pobres, ¿y usted?

Crecí en el barrio La Mondiola, ahora Pocitos Nuevo. La casa de mis viejos estaba sobre la calle 26 de Marzo, que, hace un buen tiempo ya, tenía una vereda muy ancha, donde pasamos buena parte de nuestra infancia y temprana adolescencia los purretes del barrio. Porque la vida consistía básicamente, en ir a la escuela, regresar lo más rápido posible, hacer los deberes y, por fin, salir a jugar al fútbol en esa hermosa e inolvidable vereda. En la esquina de mi casa, Julio César y 26 de Marzo, había y hay una preciosa iglesia. Chiquita, sencilla, de ladrillo visto, la parroquia San Alejandro —además de recibir a los católicos de los alrededores, incluido el Saavedrerío— recibía todos los sábados a quien los gurises del barrio conocíamos como el Viejo de la Bolsa . Un veterano bien, bien pobre, que pedía monedas en una actitud muy pasiva, tratando de «no molestar» a la salida de la misa. Cuando ya no quedaba nadie, se sentaba recontratranquilo en una de las escaleras de la parroquia y la