Las buenas intenciones de Pedro Picapiedra

Quizás usted no conozca a Fernanda Falcón.

Intentaré presentársela. Fernanda es una veterana fernandina y es de esa gente que transmite paz con su sola presencia. Siempre constructiva, alegre, buscando oportunidades para los más humildes, sin querer figurar nunca. Transmite con claridad y firmeza sus ideas y sus sentimientos, pero en ninguna circunstancia esa firmeza deja de estar envasada en una dulzura que cautiva. 

Fernanda, como José María, como Gabriela, como Olga, como Margarita, como Javier, como tantas y tantos más, integra la Pastoral Penitenciaria de la Iglesia católica. 

Quizás usted tampoco sepa qué es la Pastoral Penitenciaria de la Iglesia católica. Le cuento: es un grupo de personas de la Iglesia católica que desde hace muchos, muchos años, en todo el territorio nacional y sin pedir nada a cambio, pero nada de nada, asisten a las cárceles uruguayas tratado de llevar esperanza, fe, consuelo y, en la medida de sus posibilidades, colaborar con las personas privadas de libertad, sus familias y también con las unidades. Un par de veces al año, hacen encuentros nacionales para reflexionar sobre sus acciones, mejorarlas y lanzar nuevas iniciativas; también invitan a personas de relevancia en la gestión del sistema para abordar temas que hacen a la vida penitenciaria e intercambiar con ellas. Todo, en el marco de una sencillez franciscana. No vaya a creer usted que se trata de acciones rutilantes o de personas que se piensan y presentan como Einstein o Madame Curie. Extraordinario bajo perfil, extraordinaria modestia: ¡que nunca nos falten!

Sin pedir nada a cambio, pero ¿nada de nada? No. Me equivoqué. Una cosa sola pidieron, trabajaron duro para lograrla, la lograron y con ese logro marcaron un sendero virtuoso para el sistema que motiva estas reflexiones y el título que las encabeza: un sencillo protocolo de ingreso de las organizaciones religiosas a cárceles elaborado en conjunto y finalmente consensuado con el INR. De modo muy resumido: un documento en el que el Estado define qué cosas puede hacer una organización religiosa en cárceles, qué pasos debe dar, qué documentación presentar, cuáles son sus deberes y derechos una vez que se la autoriza a realizar sus actividades.

¿Le parece poco importante, querida gente? ¿Le parece un tema menor? 

Bueno, haga el siguiente ejercicio: imagine que la directora de la escuela adonde va su hij@ resuelve por sí y ante sí que una organización de la sociedad civil (OSC) o una persona empiece a desarrollar actividades en esa escuela. Es decir: a la directora le cayó simpática la organización, o es amiga de la persona que la dirige, o es una organización con capacidad de lobby muy importante, en fin las razones que usted elija, y por eso sin más opinión que la de esa directora como autoridad transitoria pero autoridad al fin, resuelve que empiece a desarrollar actividades con sus hij@s. 

Y suponga, además, que esa organización o esa persona elegida de ese modo sustituye a la maestra de 5º año y que esa maestra se dedica a no hacer aquello por la cual la contrataron.

Estoy seguro de que usted se preguntaría muchas cosas y se preocuparía por otras tantas.

Para empezar: ¿cómo es eso de que si tenemos a la maestra formada para dar clases, contratada para dar clases, resulta que un día ya no está? Una cosa es que la escuela contrate una persona con una competencia complementaria, por ejemplo, una profesora de gimnasia artística, ¿pero una maestra?

Estoy seguro de que también se preguntaría: ¿y estos quiénes son?, ¿qué antecedentes tienen? Estoy absolutamente seguro de que usted no permitiría sin más que cualquiera estuviera con su hij@. ¿O sí?

También se preocuparía, dando un paso más, por cuáles fueron los caminos recorridos por la directora para seleccionar esa organización o persona. Es decir, ¿alcanza con la percepción que la autoridad transitoria tiene, por astuta, iluminada y bien intencionada que esa autoridad resulte? ¿O no será mejor recorrer otros caminos más garantistas que reduzcan los márgenes de error?

Pondré otro ejemplo: ¿se imagina usted a alguna OSC o a una persona diciéndole a la ministra de Economía que va a manejarle el Banco Central por unos meses? ¿O a la decana de Facultad de Ciencias delegando en una OSC o en una persona el plan de estudios de la Licenciatura de Matemática? ¡Los sacarían vendiendo boletines!

Creo que los ejemplos son elocuentes e ilustran de modo claro los riesgos que se asumen cuando recorremos esos caprichosos caminos, por preciosos que sean los fuegos artificiales que nos invitan a recorrerlo. 

Lamentablemente en el sistema penitenciario —desde tiempos inmemoriales y finalmente siempre en perjuicio del sistema mismo— no se ha logrado construir un sistema virtuoso de relacionamiento con las organizaciones de la sociedad civil. 

Este sistema virtuoso, sin pretender que la lista sea taxativa, debería reunir estas condiciones:

1. Las OSC realizarán actividades/procesos/productos complementarios a los del sistema penitenciario. En ningún caso sus actividades sustituirán las de los profesionales que ya están contratados para realizarlas, salvo circunstancias excepcionalísimas debidamente fundadas por la autoridad competente.

2. El ingreso deberá hacerse por concurso riguroso, respetando a rajatabla las normas que el Estado tiene para tal fin. 

3. Los mecanismos de monitoreo y evaluación de las actividades de las OSC que se vinculan con el sistema estarán claramente establecidos y se aplicarán rigurosamente.

Les decía un poco antes: esta breve pero virtuosa lista, de cosas tan obvias que vergüenza da enunciarlas, en el sistema penitenciario no se cumplen desde tiempos inmemoriales. ¿Y a que no lo sabe usted? Esta tonta necedad ha provocado y provocará infinitos dolores de cabeza de distinta intensidad. Y siempre pierde el sistema y, dentro del sistema, los más débiles. 

Yo no sé si el protocolo de ingreso de las organizaciones religiosas se está cumpliendo. Ojalá que sí. De todos modos, es un buen ejemplo de lo fácil que resulta ponerse de acuerdo entre todos cuando la causa es buena y de cuánto mejor es para todos que el Estado tenga marcos de referencia claros para encauzar actividades y procesar conflictos.

Nada que no se haga ya en muchas otras instituciones del Estado es lo que estamos precisando para que la cristalinidad nos permita parecernos un poquito menos a Pedrito Picapiedra.

Jaime Saavedra

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