El amor después del horror: mi buen Hugo, el conductor designado Modesto homenaje a Hugo Novo A Hugo le asesinaron a su hijo Alejandro en una rapiña. Alejandro tenía treinta años, una hija chica y en ese caluroso día de enero estaba laburando, repartiendo pollos. Los huesos, el corazón, la tierra, el universo todo estalla de repente. Al misterio y el dolor, compañeros inseparables de la muerte, se le adosan en el alma, el odio, la impotencia, cuanto sentimiento jodido anda en la vuelta porque no hay Cristo que pueda explicar semejante barbaridad. La agresión brutal, inesperada, sin justificación alguna inyecta un cóctel de uranio emocional absolutamente humano pero potencialmente devastador: nos puede matar hundiéndonos en el agujero negro de la depresión o transformándonos en una incontenible máquina destructiva. Pero a mi buen Hugo, mi dulce Hugo, mi valiente Hugo, mi paciente Hugo, la Vida Loca con infinitas buenas razones, no quiso perderlo y le dio una tarea. Tarea h
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El laberinto perfecto
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El mapa Ahora sí sabemos que de los 9000 presos que fueron liberados en el año 2022, 6300 volverán a delinquir en un plazo de tres años. Esto situación implica, querida gente, que si los delitos cometidos por estas personas se distribuyeran uniformemente entre los 1095 días contenidos en esos tres años, tendríamos 6 delitos por día, un delito cada 4 horas. (1) Cualquiera debiera comprender sin más que la reincidencia es un problema gravísimo y muy extendido de seguridad ciudadana, de convivencia, como guste usted llamar. Sin embargo, las políticas públicas en materia de justicia y seguridad de nuestro país, no parecen haber tomado nota del "mesejante problemún". En efecto, acompáñeme y vea; si uno estudia las últimas tres leyes de presupuesto y las rendiciones de cuentas comprendidas en los últimos 14 años (2010/2023) advertirá (¿con dolor/resignación/estupor/ todo junto?) que las normas referidas al fortalecimiento de las políticas post penitenciarias como componente clave
El eterno (y en cárceles trágico) retorno
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Mi muy querida gente: El concepto del eterno retorno tiene una sostenida presencia en la historia de la filosofía. Presentándolo a trazo grueso, diríamos que es una hipótesis que sostiene que el mundo tal cual lo conocemos, sus actos, sus acontecimientos volverán una y otra vez a repetirse. Y esta hipótesis, trágicamente, tuvo días atrás una confirmación en nuestro sufrido sistema penitenciario, más específicamente en el módulo 2 de la Cárcel de Canelones. Va un breve repaso de los hechos, repito, ocurrido poco tiempo atrás, dirigido a personas interesadas sí, pero que no siguen en detalle este áspero territorio. 1. El equipo del Comisionado Parlamentario para el Sistema Penitenciario hace una recorrida minuciosa del módulo 2 de la Cárcel de Canelones. 2. En esa recorrida constata una serie de condiciones inadmisibles de vida en reclusión, para un grupo importante de personas privadas de libertad allí alojadas. 3. La oficina del Comisionado, en el marco de las competencias qu
Nuestro Sísifo sistema penitenciario
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Entre los tantos mitos, confusiones y falsedades que gobiernan el imaginario colectivo sobre nuestras cárceles, uno refiere al problema de la cantidad de plazas disponibles (cuarto, habitación, celda, como le quiera llamar) para alojar a nuestr@s pres@s. Dicho de otro modo, al casi endémico y doloroso problema del hacinamiento en nuestras cárceles. Para que la gente poco familiarizada con los temas penitenciarios pueda entender, lo presentaré a lo bruto: el hacinamiento se produce cuando hay más pres@s que celdas disponibles. Por ejemplo —sigo a lo bruto—, si tuviéramos 1000 presos y solo 500 plazas. Entonces, querida gente, en el problema del hacinamiento hay dos factores [1] a tener en cuenta: cantidad de presos cantidad de plazas ¿Vamos bien? Sigamos. Como el problema es endémico en nuestro sistema penitenciario, uno puede estar tentado de suponer que, como la cantidad de pres@s no para de crecer casi sin solución de continuidad desde hace 30 años, lo que no ha crecido o por lo
Las buenas intenciones de Pedro Picapiedra
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Quizás usted no conozca a Fernanda Falcón. Intentaré presentársela. Fernanda es una veterana fernandina y es de esa gente que transmite paz con su sola presencia. Siempre constructiva, alegre, buscando oportunidades para los más humildes, sin querer figurar nunca. Transmite con claridad y firmeza sus ideas y sus sentimientos, pero en ninguna circunstancia esa firmeza deja de estar envasada en una dulzura que cautiva. Fernanda, como José María, como Gabriela, como Olga, como Margarita, como Javier, como tantas y tantos más, integra la Pastoral Penitenciaria de la Iglesia católica. Quizás usted tampoco sepa qué es la Pastoral Penitenciaria de la Iglesia católica. Le cuento: es un grupo de personas de la Iglesia católica que desde hace muchos, muchos años, en todo el territorio nacional y sin pedir nada a cambio, pero nada de nada, asisten a las cárceles uruguayas tratado de llevar esperanza, fe, consuelo y, en la medida de sus posibilidades, colaborar con las personas privadas de
El auto de al lado
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Querida gente, describiré un desaguisado de marca mayor y eso es una mala nueva. La buena nueva, siempre anhelada, es que con poco más que sentido común puede ser resuelto. Trataré de resumirlo. Desde hace mucho tiempo, no sé cuanto pero mucho, como el sistema de justicia para algunas de las acciones que debe realizar NO concurre a las cárceles, el sistema de cárceles tiene que llevar a las personas privadas de libertad a los juzgados. Esto provoca que el sistema de cárceles monte un dispositivo caro, inseguro, riesgoso, desgastante para todas las partes implicadas y sobre todo innecesario , para trasladar a las personas privadas de libertad a los juzgados cuando la justicia lo requiere, ya sea para declarar en una causa, notificarse de alguna decisión u otras razones. Caro, porque, como comprenderá fácilmente, para trasladar gente en todo el país, todas las semanas, todo el año, usted precisa camionetas, que precisan combustible, mantenimiento, que chocan, que pinchan, en
El tiempo me enseñó.
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Por Mario Alberto Juliano [1] En enero de 2015 cruzamos por primera vez el charco para ver la experiencia de Punta de Rieles. Allí conocimos a Rolando Arbesún y al Negro Parodi y quedamos prendados para siempre. No podíamos salir de nuestro asombro por las cosas que decían estos atípicos carceleros y por las cosas que veíamos, francamente insólitas para la realidad penitenciaria de esos entonces: presos que circulaban por el establecimiento libremente, que se besaban y abrazaban a las autoridades, que hablaban por teléfono celular sin que nadie les dijera nada, comercios explotados por los propios internos. Allí también aprendimos que a los presos no había que decirles presos, sino personas privadas de la libertad, que es lo que en realidad son y corresponde. Y que al personal penitenciario no teníamos que mirarlo con desconfianza y que había que sumarlos a la causa del cambio. Y que las cosas podían ser diferentes y que no eran nada más que sueños. A partir de ese de viaje iniciátic