De la brujería a la medicina: medir la reincidencia de los presos en Uruguay
Una linda mañana con
los jóvenes talentosos de No toquen nada
trajo a mi corazón y a mi cabeza un tema que vengo planteando públicamente toda
vez que puedo desde 2016. Ni que decir tengo, vistos los años transcurridos,
que el fracaso de mi prédica es estruendoso. Pero como el éxito
consiste en ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo (dijo un sabio inglés), aquí voy de nuevo.
Desde hace mucho,
mucho tiempo, autoridades ministeriales de todos los partidos, autoridades
partidarias, legisladores, periodistas que informan sobre temas carcelarios,
organizaciones de la sociedad civil, en fin, todo el que anda en la vuelta y
algo de pito toca, o quiere tocar, señala con soltura envidiable la cifra de
reincidencia en el sistema carcelario. Cito solo las que recuerdo haber leído o
escuchado:
- El sistema penitenciario tiene un 70 % de reincidencia.
- El sistema penitenciario tiene un 60 % de reincidencia.
- El sistema penitenciario tiene un 65 % de reincidencia.
- La reincidencia del sistema penitenciario bajó del 60 % al 52 %.
Sepa, querida gente,
que todas esas cifras, o cualquier otra que se maneje, no tienen el más mínimo
asidero. Son suposiciones, inferencias equivocadas, bolazos, o todo junto.
Elija usted la calificación que le apetezca.
Acompáñeme, y veamos
primero qué se entiende por reincidencia, luego cuál es la importancia de
contar con ese dato y por último, si lo persuado de que ese dato es útil, si el
país puede hacerse de él o no.
En primer lugar, y para
decirlo claro y breve: medir el porcentaje de reincidencia de un sistema
penitenciario supone hacer un seguimiento minucioso de todas las personas liberadas por el sistema en un período —solo
en el 2019 fueron 7000— a través de un dispositivo de información confiable y
auditable, para saber si en un plazo acordado entre los actores implicados —tres
años es un plazo que la comunidad científica internacional encuentra razonable—volvieron
a cometer algún delito.
Ese estudio en
Uruguay nunca se hizo, por lo tanto no se sabe cuál es el porcentaje de
reincidencia del sistema penitenciario.
Ahora bien, para que
el estudio sea útil debe incluir, además del porcentaje bruto de reincidencia,
otras variables. Menciono solo algunas a título ilustrativo: género, edad, tipo
de delito, unidades por las que transcurrió la prisión anterior, nivel
educativo, trayectoria laboral, lugar de residencia…, en fin, todas las que se
estimen útiles para el trabajo penitenciario o pospenitenciario.
Si fui claro, el
párrafo anterior intenta persuadir de la importancia de contar con estos datos.
Esto es, si queremos que las políticas públicas tengan chances razonables de
éxito deben estar basadas en evidencias. Para ser más claro: información precisa,
consolidada y auditable en este terreno puede sugerir, por ejemplo, que el
problema de reincidencia es mayor en los jóvenes hombres de 18 a 24 que
cometieron rapiñas, o en los ofensores sexuales, o en las mujeres jóvenes
pobres con hijos, o en los que transcurrieron su privación de libertad anterior
en el penal de Libertad, o en los que no tuvieron visitas. En fin, elija usted
el ejemplo que le plazca. Y ese dato confiable y auditable permitirá adoptar
políticas, programas, iniciativas que atiendan los problemas detectados.
Le propongo un
ejercicio.
Imagine usted al ministro
de Salud diciendo públicamente: «Este año tuvimos 12.000 enfermos». Y que se le
preguntara si fueron de gripe, gastritis, covid-19 u otra dolencia y que él no
supiera. O que le preguntaran si fueron hombres o mujeres y no supiera, o que
no supiera cuántos corresponden a cada departamento, o que no supiera los
tramos etarios de los enfermos. Estaría, con razón, en problemas. Pero si
además, después de semejante demostración de debilidad, siguiera tal ministro
definiendo las políticas públicas de salud en Uruguay, estaríamos todos en
problemas. Elija usted el ministro que desee, o cualquier autoridad con
jurisdicción nacional y haga el mismo ejercicio: se le pararían los pelos de
punta en más de un caso.
Sin embargo, en
Uruguay y en América Latina toda, sin excepción, tratándose de cuestiones algo
sofisticadas de presos, a nadie se le para un pelo. ¡Y lo mal que hacemos! ¡Qué
daño innecesario!
Por último, una buena
noticia a modo de propuesta. Uruguay cuenta con las condiciones para realizar
la tarea, a saber:
- Tiene un Instituto de Estadística confiable e irreprochable al que encomendarle la tarea.
- En todos los partidos políticos hay gente conteste en avanzar en esta tarea, de modo que es razonable suponer que puede construirse consenso en torno a la iniciativa.
- El sistema de cárceles mejoró mucho la calidad de la información de la que dispone.
- No hay dificultades geográficas ni climáticas para acceder a todas las unidades.
- Tiene muy buena conectividad en todo el territorio.
- La inversión que dicho estudio supondría, en el marco general del presupuesto del Estado, sería residual.
En síntesis, y a lo
Matías Britos: es necesario, es posible, sale poca plata, nos va a hacer
mejores, hagámoslo de una buena vez.
Supondría pasar de la
brujería a la medicina.
Jaime Saavedra
Mi total admiración a Jaime y a todos aquellos que realmente HACEN por los demás, por los olvidados de la sociedad...no es nada fácil...hay que sacarse miedos y prejuicios que casi están grabados a fuego en este mundo enfermo. Gracias!
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